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En el campo de las finanzas corporativas y de F&A hay muchísimos mitos, muchas poses de cara a la galería, mucha parafernalia y mucho ego, en definitiva, que ciertamente han ayudado a crear una imagen de que es una materia reservada a grandes empresas o corporaciones y a profesionales muy sofisticados. Nada más lejos de la realidad.

Aunque es verdad que las operaciones que aparecen en los periódicos son de tamaño enorme o por lo menos muy considerable, nadie puede negar que, computados en número de operaciones, las operaciones medianas o, mejor, las operaciones pequeñas ganan por goleada.

Esto es también cierto si lo aplicamos a las operaciones de capital riesgo (ya hablaremos de ellas más adelante y en detalle). Si uno mira las estadísticas disponibles, resulta que la mayoría de operaciones de capital riesgo son de una magnitud de alrededor de 1 millón de euros. Es decir, mucho más pequeñas de lo que podría esperarse o de la idea que tiene la mayoría de empresarios.

Tanto en fusiones y adquisiciones como en operaciones de capital riesgo, no obstante, se observa que si en lugar de computar el número de operaciones tenemos en cuenta el capital total que ha cambiado de manos, entonces observamos una gran concentración en pocas operaciones. Lógicamente, esas grandes operaciones acaparan la mayoría de titulares de los medios de comunicación generalistas (o incluso en la prensa económica). Eso contribuye a que se piense que las finanzas corporativas (incluidas F&A y el capital riesgo) tienen que ver, casi esclusivamente, con grandes empresas.

Siempre me ha llamado mucho la atención la cantidad de noticias que ven la luz, aún antes de que la operación concreta se cierre, cuando una de las cosas que los profesionales del tema tratamos de amarrar mejor es la confidencialidad y el secreto de las operaciones (no solamente antes de que se produzca sino en muchas ocasiones después del cierre).

Sea como fuere, y a pesar de las cláusulas contractuales que todos imponemos en los contratos, hay una especie de “incontinencia” que lleva a las partes, y a sus asesores, a hacer más anuncios, más publicidad o más comentarios de la cuenta a demasiadas personas (colegas, colaboradores, empleados, periodistas, asesores, trabajadores de alguna de las empresas que protagonizan la operación, o incluso a sus parejas, por no citar la situación casi de chiste de la cola del puente aéreo o en el AVE). Es una paradoja.

Pero en todo caso, sí podemos estar seguros de una cosa: la información que accede a los medios es normalmente interesada y muy parcial en cuanto a la operación concreta. Y si hablamos de las F&A en general, la información que llega a publicarse es realmente reducida: muchas operaciones pequeñas, y algunas de medianas, quedan fueran del “radar” de los medios, pasando desapercibidas.

Sea como fuere, volviendo al punto incial, a la idea central de este post (y de este blog), es que esto de las finanzas corporativas NO tiene que ver solamente ni principalmente con grandes operaciones sino con empresas de todo tamaño y condición. Y es muy triste ver cómo en la mayoría de operaciones de menor tamaño al menos una de las partes va “vendida”, no sabe por dónde van los tiros, con las lógicas consecuencias desagradables de la obtención de un menor precio que el que sería justo o, simplemente, el fracaso de la operación.

Por ello, una de nuestras intenciones primordiales es la de transmitir cierta información básica a quienes no han tenido la ocasión de trabajar en una operación de F&A o que, habiéndolo hecho, han tenido la sensación de que “la pelota pasaba alta”.

Obvio es que según el tamaño de la operación, ésta será más o menos sofisticada, con intervención de uno, varios o muchos profesionales especializados. Pero aún en el caso más simple, más pequeño, ciertos principios básicos (de formación de precio, de procedimiento, de condiciones contractuales esperables,…) son de universal aplicación. Desconocerlo es aumentar enormemente las posibilidades de hacer fracasar la operación.

Las finanzas corporativas, y la “ciencia” o el “arte” con que se trabajan, son aplicables a todas las operaciones, grandes o pequeñas, con las lógicas adaptaciones que el sentido común dicta. Pero no hay casi nada que sea propio de una operación mediana o grande que no sea aprovechable y muy útil en una operación pequeña, cambiando la escala, claro.

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